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Sunday, November 5, 2017

¿Cómo puede saber un niño qué es la felicidad?. Por Alejandra González

Como muchas cosas en la vida, la felicidad se aprende. Aunque no existe un manual que indique qué hay que hacer para ser feliz, lo cierto es que, desde pequeños, hay que mostrarles a los niños el verdadero significado de esta palabra. «No puede saber qué es ser feliz si no sabe qué es la tristeza. Por tanto, enseñarle cómo se siente o como se llama ese sentimiento en todo momento es algo que les ayuda a entender», asegura Ana Saro, psicóloga clínica.

Un estudio sobre la felicidad en la infancia revela que el 98 % de las familias encuestadas desea que su hijo sea feliz, por encima de todas las cosas. Además, todos llegan a la conclusión de que «dicho estado de ánimo se asocia al tiempo de calidad que pasan con los pequeños», afirma Inma Marín, experta en juego y educación.

Tiempo de calidad, no solo tiempo. La diferencia está en aprovechar al máximo el rato que se está con el niño, sobre todo fomentando el juego. El estudio muestra que los niños quieren conocer el mundo a través de tocarlo, no con la sensación que puede proporcionar una tablet o un móvil.
Por tanto, el contacto directo con personas les ayudará a fomentar dicha felicidad, «aunque no se debe confundir con el placer o con sonreír, que son cosas distintas», insite Marín.

Otra de las claves que se extraen del informe es que la infancia de un niño se mide por tres pilares fundamentales: la familia, el colegio y los amigos, y la necesidad de descubrir el mundo a través de estas tres ramas.

¿Y qué pasa si no es feliz?

«Hay que analizar los tres pilares para encontrar dónde está el fallo. Los más pequeños necesitan normas, rutinas y, sobre todo, comunicación, algo muy importante. Pero no debe hacerse cuando se les riñe o cuando están nerviosos, si no cuando están tranquilos, sin ocultarles las cosas porque cuando no saben algo, tienden a imaginar y siempre piensan lo peor», cuenta Saro.

Por último, a medida que los niños van creciendo y llegan a la pre-adolescencia, con 12 años, suelen tener una sensación de menor felicidad. Al llegar a la adolescencia, es la etapa más complicada, todo cambia porque ven que tienen más conflictos que resolver a su alrededor.

Al igual que la felicidad se entrena, aunque en una parte entra en juego la genética, también hay que ayudar a los padres a entrenar para que sus hijos puedan ser felices.