PUBLICACIONES

EDUCACION PARA EL AMOR



“SOMOS FAMILIA”,
EDUCACIÓN PARA EL AMOR

EJE TRANSVERSAL
DE LA AFECTIVIDAD - SEXUALIDAD

PROGRAMACIÓN PARA LOS ALUMNOS DE LAS
ESCUELAS DEL P. MANYANET DE 3 A 18 AÑOS



PRESENTACIÓN:
La familia en el siglo XXI


Para José Manyanet, el “Profeta de la familia”, la familia era el centro de toda su obra. La formación y consolidación cristiana de la familia es el principal objetivo de su apostolado y el modelo religioso la Sagrada Familia de Nazaret.

De sus obras se desprenden unas enseñanzas y ejemplos que denominamos “Pedagogía Manyanetiana”, tan actual hoy como entonces.

La buena pedagogía es la que da respuesta a los desafíos educativos del tiempo y a la vez intenta hacer una lectura realista y audaz de los indicios que dejan entrever hacia donde camina la sociedad. De hecho esta lectura ya la hizo José Manyanet en el siglo XIX. En cierto modo él se anticipó a una serie de dificultades educativas que tienen su origen, o giran, en torno a las familias.

En la pedagogía manyanetiana, Nazaret es la fuente de inspiración. El Padre Manyanet dice No se olvide que el corazón del niño es como un pedazo de cera blanda en el que se puede imprimir con facilidad la imagen que se quiera”. Expresión que otros educadores también han utilizado para indicar la gran responsabilidad que padres y maestros tienen en la formación de un niño.

La pedagogía manyanetiana es un sistema que informa todo el proceso educativo, no solo lleva a conseguir unos objetivos más o menos inmediatos sino que configura toda la estructura pedagógica.

Es un sistema preventivo que origina la llamada pedagogía preventiva en oposición a la pedagogía represiva.

El Padre Manyanet habla de la importancia del ambiente familiar porque, como dice también María Montessori “El entorno mismo educa al niño”.

Este ambiente familiar debe estar basado no solo en demostraciones externas, sino que ha de ir más adentro y constituir una especie de microclima que haga posible una actividad tan delicada y sutil como es la educación. Para conseguir un buen clima familiar uno de los medios consiste en educar en positivo.

El amor es la palabra clave en el sistema preventivo en la pedagogía manyanetiana, El amor de los esposos así como el amor a los hijos o alumnos tiene que traducirse en una dedicación totalmente entregada. Sin escatimar esfuerzos, estando juntos dispuestos a afrontar momentos difíciles.

La autoridad, como la entiende José Manyanet, en la educación es imprescindible. Autoridad como carisma personal, como autoridad moral que provoca aceptación. Se consigue desde la coherencia, el equilibrio y el prestigio profesional y a través del diálogo, búsqueda de la verdad además de contar con un buen clima inicial.

La escuela manyanetiana, con pedagogía manyanetiana, colaborará con los padres en la tarea de formar a los niños en valores cristianos y a través de las distintas áreas, como un eje transversal interdisciplinar, tomará el compromiso de sensibilizar a los padres sobre la necesidad de que ellos formen e informen a sus hijos sobre todas las cuestiones de la vida.

En definitiva la familia manyanetiana, así como la escuela manyanetiana, requiere vivir y potenciar una serie de valores humanos como:
  • Autenticidad
  • Coherencia
  • Comprensión
  • Respeto
  • Entrega
  • Serenidad
  • Coraje
  • Optimismo
  • Esperanza
  • Renovación
  • ParticipaciónCompromiso
  • ...
que a la luz de la fe se hacen cristianos y por tanto transcendentes.


PROGRAMACION GENERAL:

Parvulario: Reconocer la familia de Jesús y la propia familia.

C. Inicial 1: Educación de hábitos sociales: Higiene personal, saludo, etc.

C. Inicial 2: Intensificar la educación de hábitos sociales.

C. Medio 1: Respeto al propio cuerpo y al ajeno.

C. Medio 2: El amor en su globalidad. Embarazo.

C. Superior 1: Cambios físicos y psicológicos.

C. Superior 2: Las diferencias e igualdades entre sexos.

Secundaria 1: Visión general de la pubertad y la adolescencia.

Secundaria 2: Atracción de los sexos opuestos.

Secundaria 3: Hacia una nueva identidad.

Secundaria 4: Relaciones con el mundo adulto.

Bachillerato 1: Familia, amigos, enamoramiento.

Bachillerato 2: Amor adulto.


FUNDAMENTOS TEÓRICOS PARA
PARVULARIO Y CICLO INICIAL

En la etapa inicial de parvulario, el niño recién llegado a la escuela puede empezar a familiarizarse con imágenes y valores que le acompañarán durante toda su etapa escolar, favoreciendo su crecimiento emocional. Es el momento para conocer la imagen de la Sagrada Familia así como la de su propia familia y potenciar de esta manera una serie de valores humanos como la comprensión, el respeto, la entrega, la esperanza, la coherencia… y desarrollar su capacidad moral.

En la edad preescolar, el desarrollo intelectual del niño/a ha dado un salto cualitativo y es en esta etapa del nivel inicial donde se produce un proceso complejo de construcción de un nuevo universo de conocimiento, el representativo. Las nuevas herramientas son las representaciones que se agregan a los esquemas de acción de la etapa anterior; pero aún la inteligencia no es lógica.

Basándonos en la teoría cognitivo-evolutiva de Piaget la inteligencia es activa. Esto significa que el conocimiento de la realidad debe ser construido y descubierto por la actividad del niño.

En los primeros años de vida, los niños aprenden las normas de buena conducta sin entender todavía su sentido y sin ser capaces de guiar su actuación de acuerdo con ellas (egocentrismo). Es a partir de los 6 años cuando empieza a desarrollarse la capacidad de asumir roles, de adoptar diferentes perspectivas a la propia. Esta capacidad es clave para el crecimiento del juicio moral: sólo cuando el niño puede asumir el rol del otro puede sopesar su propia exigencia frente a la del otro. De ahí, la importancia de trabajar con la familia, desde la escuela.

Entre los 2 y los 6 años

Es entre los 2 a los 6 años que el desarrollo a nivel cognitivo está íntimamente relacionado con su crecimiento social y afectivo, así los progresos en el desarrollo psíquico se reflejan en tres dimensiones:
  • la construcción de la personalidad,
  • las relaciones con los adultos,
  • las relaciones con los iguales.
Junto al desarrollo motor, los avances en el lenguaje, la identidad sexual y el sentido del yo le dan un sentido de individualización creciente. De manera que el niño construye su personalidad. Es la etapa del personalismo, la más significativa en la formación de la personalidad.

Necesita diferenciarse de los demás a través de la oposición, luego pasa a una fase de autonomía en la que quiere hacerlo todo por sí mismo, y luego pasa a una fase de identificaciones a través de procesos imitativos y adopta características de papeles que son significativos para él.

La conciencia psicológica de sí mismo se da a partir de la progresiva diferenciación y relación con los otros, reflejado en el uso del pronombre personal, aunque superficialmente limitado al aspecto físico y a su actuación, es decir, que se define por cómo es y lo que sabe hacer o le gustaría saber hacer.

Otra realidad importante en este periodo es el de la identidad sexual. Sobre los 2-3 años sabe como categorizarse pero falla en categorizar a los demás. Así un niño de 4-5 años piensa que puede convertirse alguien en una persona del sexo contrario solo con llevar atributos externos relacionados al otro sexo: vestirse, pendientes.

Se ha demostrado la precocidad en la adquisición de los estereotipos asociados al papel social adjudicado a cada sexo de una forma muy tradicional, siendo muchas veces más acusados de lo vivido en su ambiente familiar, si bien no tiene problemas en admitir que sus padres tomen papeles contrarios, cuando juegan atribuyen los roles de manera tradicional.

Otro aspecto importante en la evolución social y afectiva del niño es la disciplina, entendida como la adquisición de habilidades tomando como modelo a una persona. Los niños pequeños admiran profundamente a sus padres, personas que les protege y por tanto las más importantes en su vida, por lo que se constituye una base sólida para que deseen imitarlos. En su imitación influye más lo que hacen que lo que dicen, de forma que es importante dar señales de autodominio y paciencia.

Los patrones de personalidad se adquieren en gran medida por la imitación activa. El autodominio no se alcanza hasta el momento en que las personas pueden tomar sus propias decisiones, pero es importante desde pequeños educar para ello.

Piaget llama esta edad la del realismo moral, en la que el niño concibe lo que se debe o no hacer en función del castigo y recibir la sanción según el resultado y no la intencionalidad del acto.

A nivel evolutivo destacamos los siguientes aspectos:

A los 3 años

A los 3 años, los sentimientos son más duraderos y diferenciados y se centran en las relaciones familiares. Quieren mucho a los padres y les expresan su afecto con exageraciones, tienen celos y envidia de sus hermanos y se alegran cuando son castigados.


El yo social se desarrolla con otras personas y es portadora de sentimientos de simpatía y antipatía.

El yo activo se desarrolla a partir de la relación con los objetos y se verifica en forma de juego, por tal razón el yo lúdico es la forma más importante del yo activo en esta etapa.

Cuando describen a las personas que conocen, las caracterizan sobre la base de rasgos externos tales como los atributos corporales, sus bienes o su familia y, más raramente sobre la base de sus rasgos psicológicos o disposiciones personales. Sus inferencias acerca de los sentimientos, pensamientos, intenciones o rasgos personales de otros tienen aún un carácter global, poco preciso y poco afinado.

En lo concerniente a disciplina/obediencia se da la etapa de Piaget llamada "del egocentrismo", que se refiere a una actitud cambiante en relación a las reglas que rigen el comportamiento. Las reglas cambian de acuerdo a las necesidades, deseos, intereses del niño. El niño imita a los adultos, pero sin conciencia, reproduce los movimientos, las conductas, ideas de otros, pero sin darse cuenta de lo que hace. El niño no distingue entre el "yo", el otro, y la actividad de sí mismo.

El tipo de juego característico del niño de tres años es el juego simbólico o juego de ficción ("hacer como si"). Se trata de una de las cinco conductas que caracterizan la aparición de la función de representación, aproximadamente en la mitad del segundo año de vida (las restantes son: la imagen mental, la imitación diferida, el lenguaje y el dibujo).

El juego simbólico depende de la posibilidad de sustituir y representar una situación vívida en otra supuesta. El niño se ve continuamente obligado a adaptarse al mundo social de los adultos y a un mundo físico que todavía no comprende bien. Por consiguiente, no llega a satisfacer las necesidades afectivas e intelectuales de su yo en esas adaptaciones, como lo hace el adulto.

Resulta indispensable, entonces, para su equilibrio emocional, contar con un tipo de actividad cuyo objeto no sea la adaptación a lo real sino, por el contrario, la asimilación de lo real al yo. Esta función la cumple el juego simbólico, que transforma lo real, por asimilación casi pura, a las necesidades del yo. Aplica en forma simbólica esquemas que no pertenecen a la acción propia, sino que han sido tomados por imitación de otros modelos (el papá, la mamá, la maestra, etc.).

A medida que el niño se desarrolla, el juego simbólico va evolucionando de forma natural y paulatina, favorecido por los procesos de su pensamiento, que va superando el egocentrismo, y por su mayor nivel de socialización así como su capacidad de cooperar con muchos más compañeros se incrementa.

A los 4 años

A los 4 años hasta aproximadamente los seis transcurre la etapa pre-esquemática, en la cual el niño comienza a crear formas de forma consciente. Trata de establecer relaciones con lo que intenta dibujar. Comienzan a desaparecer las deformaciones simbólicas ya que, en lugar de asimilar el mundo a su yo, somete éste a su realidad.

El símbolo se aproxima cada vez más a lo real, y pierde su carácter de deformación, convirtiéndose en una simple representación imitativa de la realidad o "representación adaptada". El juego del niño se desarrolla ahora en dirección de la actividad constructiva o del trabajo propiamente dicho. Esto es posible por la organización mental del niño, y se pone de manifiesto a través de distintas formas de expresión: dibujo, modelado, representaciones dramáticas, etc.

Los progresos en la socialización contribuyen a que el simbolismo vaya haciéndose más colectivo y los roles se diversifican y se diferencian cada vez más (mecánicos, bomberos, doctoras, etc.).

A los 5 años

A los 5 años, cuando el niño ya le agrada colaborar en las cosas de la casa, se le puede encomendar una tarea que él realizará y cuida a los más pequeños, es protector.

Respeta las normas establecidas por el adulto y por el grupo, y se molesta muchísimo ante cualquier injusticia. Depende del adulto, pero también compite con él, buscando su error. Le agrada su supervisión y la solicita. Muestra preferencias por compañeros de su mismo sexo, y le desagradan las actividades que considera propias del sexo opuesto.

Se halla en la etapa del juego socializado, entonces comparte situaciones de juego y materiales. Desidealiza a los padres: entiende que él está excluido de la pareja, que es solamente el hijo.

A los 6-7 años

A partir de los 6-7 años el niño entra en una etapa de consolidación y organización de su inteligencia. Mientras que en la etapa anterior el niño no tenía en cuenta ni era capaz de comprender las informaciones que aparecían en su medio (se limitaba a considerar sólo las necesarias en ese momento), en este periodo adquiere unas características que van a facilitar su comprensión y adaptación al mismo. Ahora, el niño será capaz de comprender que sus pensamientos y acciones tienen varias direcciones.

Durante esta etapa se produce un gran enriquecimiento en el uso del lenguaje; lo utilizan de forma plenamente funcional, repercutiendo tanto en su desarrollo social, intelectual y afectivo. Las relaciones sociales que los niños de esta etapa establecen, y su desarrollo lingüístico hacen que cobre una gran importancia las posibilidades comunicativas que el lenguaje ofrece, capacitándoles para el diálogo.

Cuando el niño empieza la etapa de Educación Primaria su capacidad de cooperación es muy limitada, sin embargo, poco a poco va siendo capaz de captar el punto de vista de sus compañeros y sus intenciones.

En relación a las normas, en un primer momento, los niños las respetan simplemente porque se las impone el adulto, no porque perciban su necesidad. Progresivamente, las experiencias de cooperación y los juegos de reglas, despertarán el sentido de justicia y lealtad. A lo largo de la etapa irá valorando la importancia de las normas y el respeto mutuo, imponiéndose aún más el sentido de justicia.

Generalmente, los niños de estas edades suelen jugar con niños de su mismo sexo, produciéndose una separación intencional que desaparecerá en etapas posteriores.

Los aspectos anteriores hacen que comience a forjarse un autoconcepto y valoración de sí mismo. Este aspecto es de vital importancia si se busca un desarrollo adecuado del niño tanto a nivel escolar como personal. Un autoconcepto positivo conlleva connotaciones afectivas respecto a un funcionamiento global que facilitará su educación. Por tanto, dada la dependencia que tienen de las opiniones del adulto, el papel del mismo cobra un gran valor en relación a la formación de su autoestima.

En cuanto a la moralidad del infante, antes de saber lo que está bien o mal y entrar en conflicto moral, debe tener unos valores. De ahí, la importancia de su aprendizaje a través del valor de la familia y del amor por la Sagrada Familia.

El ejercicio del juicio moral es un proceso cognitivo que nos permite reflexionar sobre nuestros valores y ordenarlos en una jerarquía lógica. Esto no se limita a momentos puntuales o extraordinarios de nuestra vida sino que es integrante del proceso de pensamiento que empleamos para extraer sentido a los conflictos morales que surgen en la vida diaria.

En los primeros años de vida, los niños aprenden las normas de buena conducta sin entender todavía su sentido y sin ser capaces de guiar su actuación de acuerdo con ellas (egocentrismo).

Es a partir de los 6 años cuando empieza a desarrollarse la capacidad de asumir roles, de adoptar diferentes perspectivas a la propia. Esta capacidad es clave para el crecimiento del juicio moral: sólo cuando el niño puede asumir el rol del otro puede sopesar su propia exigencia frente a la del otro.


DESARROLLO MORAL DEL NINO/A
Segun Kohblerg

Kohlberg definió tres niveles en el desarrollo moral, cada uno de los cuales está relacionado con la edad. Estos niveles son:

Nivel I: Moralidad Preconvencional (de los 4 a los 10 años).

Nivel II: Moralidad convencional (de los 10 a los 13 años).

Nivel III: Moralidad postconvencional (de los 13 en adelante).

Nivel I:

El énfasis en este nivel está en el control externo. Los niños observan los patrones de otros ya sea para evitar el castigo o para obtener recompensas. En este nivel el niño responde a las reglas culturales y a las etiquetas de bueno y malo, correcto o equivocado, pero interpreta estas etiquetas ya sea en términos de las consecuencias hedonísticas o físicas de la acción (castigo, recompensa, intercambio de favores) o en términos del poder físico de quienes enuncian las reglas y etiquetas. El nivel se divide en las siguientes dos etapas:

Etapa 1. La orientación de obediencia por castigo

Las consecuencias físicas de una acción determinan la bondad o maldad sin considerar el significado humano o el valor de estas consecuencias. La evitación del castigo y el respeto incuestionable al poder son valiosos por su propio derecho, y no en términos del respeto por un orden moral subyacente que se sustenta por el castigo y la autoridad (esto último sucede en la Etapa 4). Es decir, las personas obedecen las reglas para evitar el castigo. Una acción buena o mala está determinada por las consecuencias físicas.

Etapa 2. La orientación instrumental-relativista u orientación por el premio personal

La acción correcta consiste en aquello que instrumentalmente satisface las propias necesidades y ocasionalmente las necesidades de los otros. Las relaciones humanas son vistas en términos mercantilistas. Los elementos de igualdad, de reciprocidad y del mutuo compartir están presentes, pero siempre son interpretados en una forma práctica.

La reciprocidad es un asunto de “me das y te doy” no de lealtad, gratitud o justicia. Con lo cual, las necesidades personales determinan la aceptación o desviación. Se devuelven favores a partir del intercambio “si te ayudo, me ayudarás”.

Las características que Kohlberg tuvo en cuenta para definir las diferentes etapas de su teoría son las siguientes:

Que los niños pasan a la vez por las secuencias de desarrollo cognitivo y el juicio moral, es decir, no dividen su experiencia en el mundo “físico” y el mundo “social” sino que juegan y piensan en objetos físicos a la vez que se desarrollan con otras personas.

En la vida del niño existe una unidad de desarrollo, hay un paralelismo en el desarrollo de conocimiento y afecto, pero los niños parecen progresar algo más rápido en su comprensión del mundo físico que en su comprensión de cómo estructurar relaciones en su mundo social.

El desarrollo de los periodos cognitivos es una condición necesaria pero no suficiente para el desarrollo de los niveles paralelos socio-morales.

El estadio de razonamiento lógico nos indica el límite alcanzable en el razonamiento moral, aunque no todas las personas logran el límite superior de razonamiento moral que les posibilita el estadio lógico alcanzado.

Todos los procesos básicos implicados en el desarrollo del conocimiento del mundo físico son también fundamentales en el desarrollo social.

Pero aparte de éstos, el conocimiento social requiere una capacidad específica para la adopción de distintos papeles; es decir, el conocimiento de que el otro es, en cierto sentido, como el yo y que aquél conoce o responde a éste en función de un sistema de expectativas complementarias. En otras palabras, conocemos a los demás al ponernos en su lugar y nos conocemos a nosotros mismos al compararnos y diferenciarnos de ellos.

Este concepto de role-taking o habilidad de ver las cosas desde la perspectiva del otro sirve de intermedio entre las necesidades estructural-cognitivas y el nivel alcanzado de desarrollo moral y está profundamente relacionado con el concepto de justicia ya que ambos comparten la misma estructura de igualdad y reciprocidad.

La adopción de roles o perspectivas sociales es también una capacidad evolutiva y sigue unas secuencias de desarrollo o etapas. El afecto y el conocimiento se desarrollan paralelamente. El papel del afecto y la comprensión de las emociones (“empatía”), por tanto, va a ser fundamental también en el desarrollo moral, no sólo como una fuerza motivadora sino como una importante fuente de información.

De 6 a 12 años

Es la etapa de los primeros actos de independencia y rebeldía con los padres. Se inicia la incorporación paulatina a los grupos de iguales, que se intensifica en la adolescencia. Por lo general las niñas se desarrollan antes que los niños, provocando una distancia entre los jóvenes de los distintos sexos.

La constitución de la personalidad según Piaget implica la superación del egocentrismo y por tanto el equilibrio en las relaciones sociales. Su desarrollo se inicia en la infancia y se completa en la adolescencia, con la organización autónoma de las reglas, de los valores y la afirmación de la voluntad como regulación y jerarquización moral de las tendencias individuales.

A nivel cognitivo:

En esta etapa, a parte de los progresos a nivel cognitivo se dan grandes avances en el área afectiva y la formación de la personalidad. El progresivo descentramiento le permite analizar las personas y las cosas desde diferentes puntos de vista lo que le permite hacerse una idea sobre sí mismo y la realidad que le rodea. La superación del egocentrismo le permite ver los aspectos positivos y negativos de las personas que le rodean y de sí mismos.

La resolución edípica le permite avanzar en la construcción de la propia identidad, liberarse de la rigidez del superyó y valorar con relatividad las conductas y características personales de sus padres.

La lógica y la descentración del pensamiento posibilitan la objetivación de la realidad y la cooperación social, como logros centrales de la segunda infancia.

Según Piaget, el niño comienza a los 6 o 7 años, a liberarse de su egocentrismo social e intelectual, con la capacidad de la reflexión lógica, la cual constituye el sistema de relaciones que permite la coordinación de puntos de vista entre sí:

La construcción de la lógica constituye el sistema de relaciones tanto a nivel intelectual como de la afectividad, que posibilita la coordinación de puntos de vista entre sí, entre diferentes individuos distintos y entre percepciones o intuiciones de la misma persona, y el desarrollo de sistemas cooperativos entre individuos.

Piaget destaca como instrumentos mentales que permiten esta doble coordinación lógica y moral, la operación en el plano de la inteligencia y la voluntada en el plano afectivo. Con estos instrumentos se produce la declinación de las formas egocéntricas de causalidad y de representación del mundo, por lo que la visión de la realidad evoluciona desde una visión subjetiva, hacia una visión objetiva y realista del mundo. La percepción ahora es analítica, con lo cual el niño puede captar los detalles separado del todo, lo que da más objetividad a la percepción.

El niño ya no suple los elementos no percibidos con la fantasía, ni proyecta sus emociones y sentimientos al mundo exterior. Esta actitud realista y objetiva se refleja en la superación de las creencias y mitos, la elección de juguetes lo más parecido posible a los objetos reales, en el dibujo a través del cual el niño refleja lo que observa en la realidad, por lo cual los dibujos tienen formas constantes, con mayor dominio de las proporciones y con relaciones espaciales.

Se da además una actitud crítica frente a sí mismo y el mundo exterior, por lo cual el niño enjuicia la realidad, analizando críticamente a las demás personas y a sí mismo, en relación a los atributos externos, concretos. Así, el niño enjuicia los relatos, exigiendo siempre explicaciones realistas de las cosas, y comprende ya el significado de la mentira.

Los niños al desarrollar la capacidad de reflexión, ya no tienen la credulidad inmediata y el egocentrismo intelectual, con lo cual van descubriendo que hay reglas estables que gobiernan el mundo físico y comienzan a buscar explicaciones realistas a los fenómenos que observan. A partir de hechos particulares que observan, van sacando conclusiones generales, desarrollando así el pensamiento de tipo inductivo.

El niño en esta etapa capta como real, sólo lo concreto, lo percibido, no captando hasta la edad juvenil las realidades abstractas. El pensamiento es de tipo lógico concreto, por el cual el niño puede establecer relaciones entre objetos concretos o sus representaciones, en forma lógica, sin dejarse influir por sus sentimientos y emociones.

El pensamiento está organizado en base a conceptos y reglas que son universales, generales. Antes los conceptos acerca de las cosas eran particulares, denominándose preconceptos, ya que estaban ligados a un objeto determinado, y no caracterizan a todos los elementos de esa clase. Ahora el niño es capaz de captar lo esencial que es característico de una clase o grupo de objetos.

El niño puede comprender las clasificaciones, incluir clases, combinarlas y descomponerlas, y desarrolla los conceptos de tiempo, espacio, número, lo cual le permite organizar y objetivar la realidad.

A nivel físico:

Esta etapa se inicia con el primer estirón, la caída de los dientes y la salida de los dientes definitivos. Es una etapa en que el crecimiento físico va equilibrándose con el desarrollo afectivo, permitiendo en los niños que surja el interés por conocer y saber sobre el mundo y sus fenómenos. Esto favorece el aprendizaje escolar y el desarrollo de habilidades culturales.

Son capaces de motivarse y concentrarse en el logro de tareas. Están constantemente modificando la imagen de sí mismo de acuerdo al reconocimiento o la descalificación que reciben de los adultos. En este momento es fundamental la actitud de aceptación y apoyo de los adultos hacia ellos.

El interés sexual se centra en el conocimiento del cuerpo, de los órganos y la procreación. Se dan los juegos sexuales mixtos o con niños del mismo sexo, predominando aquellos que tienen que ver con sentirse poseedores de una imagen de niño o niña. Es una etapa clave en la formación de la identidad sexual, ya que en la escuela y el barrio se van dando las diferenciaciones y separaciones por sexo.

Los niños se juntan con niños y las niñas con las otras niñas, así se van diferenciando del otro sexo e identificando con sus iguales.

A partir de esta edad tienen un concepto permanente basado en las características biológicas. La identificación con el sexo supone la adopción de roles en un continuo de expresividad (afectivas, expresivas, verbales)/instrumentalidad (eficaces, seguros, inexpresividad emocional) femenino/masculino.

En esta etapa además influyen enormemente los valores e imágenes que la familia y la sociedad le presentan sobre cada sexo. Es por ello un gran desafío para los padres y educadores el trabajar en esta etapa para afianzar cambios que tiendan hacia una mayor equidad entre los sexos.

En esta etapa mientras que avanzan en su largo proceso de maduración y crecimiento, observamos que los/as niños/as pueden coordinar a la vez diferentes informaciones, ideas, etc, son capaces de seguir la conversación de sus padres y al mismo tiempo vigilar a sus hermanos pequeños y no olvidar que tienen que acabar los deberes antes de irse a la cama, por citar algunos ejemplos.

Las operaciones mentales pueden realizarse más rápidamente y requieren menos atención una vez que se han repetido frecuentemente, hasta el punto de que una parte importante de los procesos cognitivos se puede realizar de forma automática, lo que requiere menos esfuerzos mentales y libera recursos para atender y procesar nueva información.

A partir de los 10-12 años se producen importantes cambios biológicos asociados a la sexualidad del niño. En esta etapa se activan las hormonas sexuales. Estas hormonas son las que determinaran los cambios físicos y psicológicos que determinarán luego la sexualidad reproductiva. El primer cambio lo constituye el crecimiento acelerado del cuerpo. El joven se siente torpe y le es difícil controlar su cuerpo.

En seguida surgen una serie de cambios de forma: a las niñas le crecen las caderas, los pechos, le salen los primeros vellos en la pelvis y a los jóvenes: les cambia la voz, les crecen los genitales y les salen los primeros vellos en el pubis. Hay grandes cambios en la apariencia, dejan de parecer niños para presentar características que los asemejan a los adultos. Sin embargo psicológicamente no han madurado aún, en muchos casos se sienten todavía niños.

A nivel social:

De los siete e los doce años, crece la autonomía respecto a la familia, además las experiencias en la escuela y con los amigos, los medios de comunicación y la lectura, ayudan al niño a aumentar sus conocimientos y su lenguaje.

Por lo tanto durante estos años va comprendiendo el mundo social que le rodea.

Así, hacia los siete años se constituyen diversos sistemas de conjuntos que transforman las intuiciones en operaciones, tales como sistemas familiares, compuestos por partes que tienen relaciones lógicas entre sí, en la medida que forman parte de un conjunto de relaciones análogas cuya totalidad constituye un sistema de parentesco. Asimismo los valores existen en función de un sistema total, o “escala de valores”.

En el ámbito emocional, social y moral estas operaciones del pensamiento se dan de la misma forma: la identidad implica igualdad en las relaciones sociales y la reversibilidad se refiere a la reciprocidad en las relaciones sociales, las que son esenciales para el desarrollo del juicio moral.

La reversibilidad en el pensamiento y en la afectividad permite junto con la descentración la toma de perspectiva social, esto es, el cambio de puntos de vista con lo cual se logra el equilibrio en las relaciones sociales y el juicio moral.

La profunda transformación que sufre la afectividad en la segunda infancia, se debe a que a través de la cooperación los niños coordinan sus puntos de vista en un marco de reciprocidad, que permite la aparición de nuevos sentimientos morales, los que desembocan en una mejor integración del yo, y en una regulación más eficaz de la vida afectiva.

El respeto mutuo que se logra al final de la etapa lleva al respeto de las reglas dadas por el grupo, y al surgimiento del sentimiento de justicia, que cambia las relaciones interpersonales entre niños y padres.

El control de la conducta es posible a través del desarrollo de los sentimientos de respeto, los cuales deben ser extensivos a un sentimiento de respeto o valoración del sí mismo. Los éxitos y fracasos de la actividad propia, van inscribiéndose según Piaget, en una escala permanente de valores, la cual influye en las acciones futuras.

El niño va formando poco a poco un juicio sobre sí mismo, que puede tener grandes repercusiones en su propio desarrollo, ya que se constituye en un filtro por el cual se percibe la realidad.

Entendiendo autoconcepto como el conjunto de sentimientos y representaciones que se posee sobre uno mismo, sobre la propia apariencia y los rasgos de carácter es en esta etapa cuando diferencian ambos. Supone una autoevaluación que parte de los propios valores y de lo que piensan que valoran los demás.

Y en cuanto a la autoestima defenida como el conjunto de valoraciones antes el niño se sobrevaloraba, ahora es más autocrítico y se compara con los demás.

En esta etapa empieza a tener un papel importante en esta autovaloración el autoconcepto académico, así como el aspecto físico, priorizado por los valores de nuestra sociedad, sobretodo en base a la talla en los niños y al volumen en las niñas.

Es por esta formación del autoconcepto y autoestima que el niño inicia la interacción con pares, profesores y padres. La identidad es el producto de la interacción entre el nivel y estilo de desarrollo cognitivo con las dimensiones afectiva y la social. El niño va conociéndose a sí mismo en la medida que aprende a conocer a los demás, a interpretar sus sentimientos e intenciones, así como las valoraciones que sobre él mismo tienen los demás.

A partir de los 6 años realiza grandes avances en el descentramiento social, adopta una perspectiva social subjetiva, que puede diferenciar sus sentimientos y pensamientos de los de los otros pero aún le cuesta verse como le ven los demás. Desde los 8 años ya puede hacerlo.

A medida que se organizan los valores en estructuras más complejas, se logra el equilibrio en la voluntad, la cual es para Piaget, el equivalente afectivo de las operaciones de la razón.

La voluntad permitiría a la persona la elección de la conducta adecuada al deber social, por respeto al grupo y al sí mismo, sólo en la medida que se logre la integración y el equilibrio en la formación de una identidad personal congruente y autónoma, la cual se organiza en la edad juvenil.

En esta etapa se da la socialización secundaria. Los niños comienzan a tener grupos de amigos y juego social. La regulación compartida refleja el paso gradual del control de los padres hacia el niño.

En cuestiones morales y siguiendo con las etapas del desarrollo moral de Kohlberg, en estas edades nos encontramos en el segundo nivel:
 
Nivel II: Moralidad de conformidad con el papel convencional
(de los 10 a los 13 años)

Los niños ahora quieren agradar a otras personas. Todavía observan los patrones de otros pero los han interiorizado en cierta medida. Ahora quieren ser considerados “buenos” por gente cuya opinión es importante para ellos.

Son capaces de asumir los papeles de figuras de autoridad lo suficientemente bien como para decidir si una acción es buena según sus patrones. Con lo cual, tienen en cuenta las expectativas de la sociedad y sus leyes sobre un dilema moral.

Etapa 3. La orientación de concordancia interpersonal o de “niño bueno-niña buena”

El buen comportamiento es aquél que complace o ayuda a otros y es aprobado por ellos. Hay mucha conformidad a imágenes estereotipadas de lo que es mayoría o comportamiento “natural”.

El comportamiento frecuentemente es juzgado por la intención (“tiene una buena intención”) se convierte en algo importante por primera vez. Se gana aprobación por ser “bueno”. El niño mantiene buenas relaciones y busca la aprobación de los otros.

Etapa 4. La orientación de “ley y orden”

Hay una orientación hacia la autoridad, las reglas fijas y el mantenimiento del orden social. El comportamiento correcto consiste en hacer el propio deber, mostrar respeto por la autoridad, y mantener un orden social dado que se justifica en sí mismo. Al decidir el castigo para una mala actuación, las leyes son absolutas. En todos los casos, debe respetarse la autoridad y el orden social establecido.


ACTIVIDADES PROPUESTAS

Ciclo Inicial:
1º:
Hablar sobre los hábitos personales de higiene, orden y saludo.
Pintar fichas nº 4, 5 y 6.

2º:
Reforzar el valor de la familia y de la sinceridad.
Película “Charlie y la fábrica de chocolate”.

Ciclo Medio:
3º:
Respeto al propio cuerpo.

4º:
El amor en su globalidad.
Charla sobre el amor.
Película sobre el embarazo.

Ciclo Superior:
5º:
Charla sobre los cambios físicos y psicológicos.
Charla sobre el parto.
Película “¿Qué me está pasando?”.

6º:
Diferencias e igualdades entre sexos.
Charla sobre el amor y la procreación.
Película.

RELACIÓN DE PELÍCULAS PARA TRABAJAR

PARVULARIO:

(A concretar película animada sobre la familia”)
“Lilo & Stich”
“Mi vecino Totopo”

PRIMARIA:

“Charlie y la fábrica de chocolate”
Película sobre el embarazo
Película sobre el parto
“¿Qué me está pasando?”
Película sobre el amor

Nota:

Este programa está siendo elaborado por Mª Aurora De Santiago y Gloria Díaz, con la colaboración de Agustín Giménez, por encargo del Departamento de Pastoral de la Congregación, para ser aplicado a los alumnos de 3 a 18 años de las escuelas del P. Manyanet.

Hasta ahora se ha elaborado lo relativo a Parvulario y Primaria. Se está terminando la programación para Secundaria y Bachillerato.