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Saturday, October 8, 2011

En que consiste la Educacion?

EDUCACIÓN: COMUNICACIÓN VITAL

¿En qué consiste la educación? Así preguntaba Juan Pablo II, en su Carta a las familias, de 1994, y respondía que se trata de "una comunicación vital, que no sólo establece una relación profunda entre educador y educando, sino que hace participar a ambos en la verdad y en el amor, meta final a la que está llamado todo hombre, por parte de Dios".

Previamente, señalaba la necesidad de "recordar dos verdades fundamentales: que el hombre está llamado a vivir en la verdad y en el amor; y que cada hombre se realiza mediante la entrega sincera de sí mismo". Añadía que "esto es válido tanto para quien educa como para quien es educado", de tal modo que la educación, justamente, es una comunicación vital, en la que "el educador es una persona que engendra en sentido espiritual". No en vano los profesores son subsidiarios de los que han engendrado al educando.

¿Lo conciben así hoy los sistemas educativos? ¿Se conciben así hoy los enseñantes? Todo el mundo habla de la decisiva importancia de la educación, a la que no se le debe recortar ningún recurso… En ella nos va el futuro. Lo reconocen todos. Pero, desgraciadamente, no todos reconocen cuál es ese futuro, esas dos verdades fundamentales que recuerda Juan Pablo II.

Unos prescinden totalmente de ellas: los que, con "una visión utilitarista de la educación", la reducen a "formar profesionales competentes y eficaces que satisfagan la demanda laboral" -en palabras de Benedicto XVI a los profesores en El Escorial, la pasada JMJ de Madrid 2011-; y otros las niegan radicalmente, poniendo en su lugar sus más opuestos contrarios, que en definitiva son los que terminan inoculando también el veneno de su mentira en todo el sistema educativo, con las consecuencias destructoras que están a la vista de quien no se empeñe en cerrar los ojos.

Lo dijo bien claro Benedicto XVI, en El Escorial: "Cuando la sola utilidad y el pragmatismo inmediato se erigen como criterio principal, las pérdidas pueden ser dramáticas: desde los abusos de una ciencia sin límites, hasta el totalitarismo político que se aviva fácilmente cuando se elimina toda referencia superior al mero cálculo de poder". No es banal, desde luego, partir en todas las cosas de la vida, ¡cuánto más en la educación!, de la verdad del hombre. Si no hay verdad ni hay amor, ¿cómo no va a acabar el hombre destruido?

En su última encíclica, Caritas in veritate, Benedicto XVI reitera con toda claridad: "Para educar es preciso saber quién es la persona humana, conocer su naturaleza", exactamente esas verdades fundamentales que citaba su predecesor, cuyo olvido y, en definitiva, su negación no pueden ser más letales: "El afianzarse una visión relativista de dicha naturaleza plantea serios problemas a la educación, sobre todo a la educación moral, comprometiendo su difusión universal".

Cediendo a este relativismo -añade el Papa, en esta encíclica social, conmemorativa de los 40 años de la Populorum progressio, de Pablo VI-, todos se empobrecen más, con consecuencias negativas también para la eficacia de la ayuda a las poblaciones más necesitadas, a las que no faltan sólo recursos económicos o técnicos, sino también modos y medios pedagógicos que ayuden a las personas a lograr su plena realización humana». No es casualidad que Benedicto XVI encabece el texto de su encíclica diciendo que versa sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad.

El domingo pasado, en la clausura del Congreso Eucarístico Nacional italiano, en Ancona, el Papa volvía a decir que "el hombre cae a menudo en la ilusión de poder transformar las piedras en pan", y "la Historia nos demuestra, dramáticamente, que el objetivo de asegurar a todos el desarrollo, el bienestar material y la paz prescindiendo de Dios y de su revelación -es decir, de la verdad y el amor-, se ha resuelto en un dar a los hombres piedras en lugar de pan".

Por eso, a los profesores en El Escorial, durante la JMJ del pasado agosto, les decía con toda fuerza: "Os animo a no perder nunca la sensibilidad e ilusión por la verdad; a no olvidar que la enseñanza no es una escueta comunicación de contenidos, sino una formación de jóvenes a quienes habéis de comprender y querer, en quienes debéis suscitar esa sed de verdad que poseen en lo profundo y ese afán de superación. Sed para ellos estímulo y fortaleza", es decir, esa comunicación vital en que consiste toda auténtica educación, como definía Juan Pablo II.

Fuente: Alfa y Omega n. 751 – 15 de septiembre de 2011

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